31 agosto, 2009

Conexiones

El viernes a la noche, en la rambla de Montevideo, me encontré, después de casi diez años, con una amiga muy querida.

Vuelvo a casa en ómnibus. El coche para, se abre la puerta y veo subir una luz, con camisola naranja y la cabeza rapada, excepto por una colita que sale de la parte de atrás de su cabeza.

La luz pide permiso al guarda. En sus manos lleva revistas de Yoga que empieza a repartir a los pasajeros.

Al llegar a mí, nos miramos a la cara.
Nos miramos a los ojos.
Nos miramos a la mirada.
Al llegar detrás de la mirada nos reconocemos.
Nos sonreímos.
Nos saludamos familiarmente, y en lugar de darme una sola revista, me da dos (una de cada edición).

La luz sigue repartiendo revistas, y hace su speech. Las revistas las vende a veinte pesos uruguayos cada una (unos 2.30 argentinos).

Empieza a recoger las revistas. Llega a mi asiento, y me dice que por las dos son treinta pesos (3.50). Nos sonreímos nuevamente.
Saco mi billetera, le pago.

Nos despedimos y nos deseamos bien, siempre sonriendo.
Sigo mi camino.

1 comentario:

annayra dijo...

Hermoso. Sencillamente.