07 julio, 2009

Publicado originalmente el 15 de Agosto de 2007: Bolas de Acero

Unas décimas de fiebre y la falta de sueño de la noche anterior confabularon para que Morfeo me venciera especialmente temprano. Unas horas después me despierta el ruido del celular. Un mensaje. Pequeño diálogo electrónico. Intento dormirme nuevamente, en vano.No soy de los que leen para dormirse. Cuando leo me gusta estar bien despierto, para asimilar lo que leo. O cómodamente sentado en el baño, cuando la lectura merece irse junto con... con... Usted me entiende.Prendo la televisión, hago un poco de zapping. Antes de irme a España, donde casi no miré televisión, el canal de Sony me había acostumbrado con series de un humor inofensivo, pero bastante inteligente. ¡Cómo ha cambiado mi barrio!En un programa llamado "Balls of Steel", unos adolescentes de 30 años (a juzgar por su acento, procedentes de algún rincón del Reino Unido), compiten por demostrar quién tiene las del título, haciendo cosas como aplicarse pistolas de calor en el pecho, pasarse una lija mecánica por el culo hasta sangrar, o hacerse clavar una mano a un trozo de madera (cuando le piden que califique de 1 a 10 el dolor de esto último, el muchacho grita algo que podría traducirse como "¡DIEZ, UN REPUTÍSIMO 10, POR AMOR DE DIOS!"; lo dice con un tono de sorpresa, lo que me hace preguntar ¿QUÉ CORNO ESPERABAS, PIBE?).No soporto más y cambio de canal, en un capítulo de Los Simpsons de hace unos años, Matt Groenning (verdadero Julio Verne de la estupidez generalizada en la que nos vamos hundiendo) intentaba advertirnos de lo que vendría, mostrándonos un concurso en el que los ciudadanos de Springfield hacen las cosas más desagradables para ganarse un viaje. Hoy, a la vista del Balls of Steel, Jackass, y programas similares, nadie se impresiona con Bart tragando basura, o Barney tomando seis latas de cerveza a la vez (antes de empezar su acto).Hace unos días leía en el blog de una amiga sus impresiones ante las promesas que tuvo que hacer en el bautismo de su sobrino, para ser la madrina. Cuando le preguntaron si prometía no dejarse llevar por las propuestas del demonio y evitarlo a toda costa, pensó "está bien, si me cruzo con un señor cornudo, rojo, y con patas de cabra, lo ignoro". Me hizo bastante gracia su ingenuidad. Por supuesto que la moral cristiana en general, y la católica en particular, necesitan actualizarse bastante (especialmente después que Ratzinger se cargara los pocos avances que había hecho Wojtila), pero tampoco tenemos que tomar todos sus ritos ni sus textos literalmente. Siempre entendí las religiones como metáforas, estrategias comunicacionales emotivas, no cognitivas. En el siglo XXI el concepto de diablo no se nos manifiesta como un señor rojo con cuernos (dudo que alguna vez se haya mostrado así), sino a traves de programitas como Balls of Steel. ¿Qué es tener bolas de acero? ¿Hacer lo más estúpido que se pueda imaginar sin pensar en las consecuencias? ¿Idolatrar a quienes lo hacen? ¿La estupidez es vista hoy como un valor positivo? Me niego. Me resisto. Lucharé con la mano abierta o cerrada, vacía o llena en contra de ello. Cualquier jóven a quien se le pregunte, conoce por su nombre a estos modelos de estupidez, pero no le dicen nada nombres como Carlos Cabezudo, Haroldo Conti, o Rosa Parks. Es lo que quieren empresarios y políticos, que no nos ocupemos de lo que hacen, que no tengamos memoria ni referencias en las que apoyarnos. Financian los canales de televisión, con la condición de que la programación contribuya a hacer de nosotros una masa sin opinión ni exigencias, simples baterías de la matríz. ¿Hasta dónde debe llegar la libertad de expresión? ¿Deberíamos ponerle límites, regularla? Alguno dirá que somos adultos, que vemos lo que queremos. El otro día ví un colectivo con una publicidad enorme de un dibujo animado de Cartóon Network. El personaje decía "me pican los mocos", y se metía una batidora eléctrica por la nariz. En una valla publicitaria aparecía el mismo personaje. Era una de esas vallas 3D, la nariz se asomaba sobre la vereda y de ella colgaba un enorme y asquerodo moco. ¿Qué querrá ver cuando sea grande un niño criado viendo estos dibujos? Eso no es libertad. Tenemos la responsabilidad de limitar esto, aunque sea en nuestro accionar y no desde algún organismo oficial. Cambiemos de canal, apaguemos la televisión, resistamos. Demostrémosle a los directivos de los canales que ese tipo de televisión ya no es negocio. Eso es tener bolas de acero. Yo las tengo. ¿Y usted?

1 comentario:

annayra dijo...

Hay un premio, como el Nobel, para estas cosas. Son los premios Darwin, a quien demuestra que ha involucionado más y representa un peligro para sí mismo y para su especie.